Nadie
 mueve un pajullo en el Gobierno de Canarias para explicar a todos los 
contribuyentes cuánto nos va a costar la sucesión interminable de 
varapalos judiciales a todos y cada uno de los lotes en que se dividió 
el concurso de ambulancias que adjudicó el pacto entre Coalición Canaria
 y el PP en 2009. Un concurso plagado de sospechas de chanchullo en el 
que aparece el mismo equipo que estuvo implicado hasta el otro día en el
 caso Lifeblood, el caso de la hemodiálisis; un concurso que supone nada
 menos que 250 millones de euros que ha quedado anulado por la Sala de 
lo Contencioso-Administrativo por irregularidades, mayormente en la Mesa
 de Contratación, donde se sentaban el director del Servicio Canario de 
Salud, Guillermo Martinón; su secretaria general, Lourdes Quesada, y el 
gerente de Gestión Sanitaria de Canarias, Luis Molina, actual 
subdelegado del Gobierno en Las Palmas y hombre fuerte de la vertiente 
policial del sorianismo rampante. Y cómo no, revoloteando por los 
alrededores, el asesor jurídico externo de todos ellos, al abogado 
Javier Artiles, principal encartado de Lifeblood. La anulación en 
cascada del concurso va a suponer, como si lo estuviéramos viendo, la 
pertinente reclamación de daños y perjuicios, de lucro cesante y flujo 
emergente por parte de los que perdieron a manos de los que ganaron, y 
por parte de los que ganaron que ahora habrían de entregar las 
concesiones a los que inicialmente perdieron y ahora ganan. La sentencia
 que hoy les acercamos, y de la que el Gobierno no ha dicho ni esta boca
 es mía, puede suponer un quebranto para lo público de 19 millones de 
euros, que es lo que el equipo que presidían al alimón José Miguel Ruano
 (CC) y Mercedes Roldós (PP) entregaron a una empresa a la que la Mesa 
de Contratación adjudicó sin un requisito fundamental, la consignación 
de un aval bancario.
 
http://www.canariasahora.es/articulo/top-secret/ambulancias-el-escandalo-que-no-cesa/20130101210033392695.html