martes, 11 de diciembre de 2012

Economía de una ambulancia

Una media de 1.000 euros de diferencia ha decantado el concurso de servicio sanitario urgente en beneficio de Ambuibérica frente a lo ofertado por la DYA


"No todo es dinero”. José Luis Artola, presidente de la DYA, resume con la frase el malestar de la asociación. El concurso abierto por el Gobierno vasco para la licitación de la Red del Transporte Sanitario de Urgencia ha dejado a la DYA (Detente y Ayuda) sin ninguno de los 11 lotes a los que optaba, de un total de 29 ofertados. La asociación y la Cruz Roja —que han recurrido la resolución— han sido las grandes perjudicadas del primer concurso de estas características convocado en Euskadi. El factor económico ha sido la clave por la que Sanidad ha concedido 17 de los 29 puestos del concurso a la empresa Ambuibérica S.L., con sede en Valladolid. La totalidad de la convocatoria se ha licitado por 10,8 millones de euros, de los que el grueso, 9,2, corresponde a 2013, fecha límite de la adjudicación.


Si se resume todo al dinero, las ofertas presentadas por la asociación y la firma castellano leonesa han estado en un pañuelo de 1.000 euros de media sobre el costo del servicio al mes. La mayor diferencia entre las ofertas presentadas por una y otra candidata es de 1.567,25 euros, y se corresponde con las dos ambulancias en liza de Getxo. En el extremo opuesto, sólo 641 euros diferencian las propuestas de las dos contrincantes sobre el vehículo a concurso de Barakaldo.

La asociación lamenta que Sanidad no valore su carácter social

Una diferencia que, para la DYA, con 46 años de historia en Euskadi, y referente de la atención sanitaria de urgencia, —modelo entre otros del SAMUR de Madrid—, no debiera haber sido suficiente para excluirle. Sanidad ha terminado por conceder gran parte de la red de transporte de ambulancias a Ambuibérica. “Si se tienen en cuenta los otros criterios examinados, la DYA gana y, en algunos casos, a gran distancia” sostienen sus responsables.

La puntuación obtenida por la asociación es mayor en baremos como características técnicas y prestaciones de las ambulancias, tiempos de respuesta, ventajas en los vehículos y su equipamiento, o en la logística. Frente a los apartados de antigüedad de los vehículos o su plan de renovación y mantenimiento, en los que la compañía privada ha obtenido mayor nota.





“La valoración calidad-precio del concurso está plenamente justificada; es incluso superior a la proporción que se da a la oferta técnica en otros concursos de servicios sanitarios”, apuntó el pasado lunes el Departamento de Sanidad en un comunicado, texto al que se remiten sus responsables para ofrecer explicaciones sobre el proceso.

La consejería recordó la obligatoriedad de la administración de sacar a concurso este servicio y reprochó a DYA y Cruz Roja que hubieran presentado ofertas económicas superiores a pesar de contar “con patrocinios externos y otras formas de voluntariado”. Artola precisa que la asociación que preside nunca ha denunciado irregularidades en el proceso y comparte y entiende que la administración convoque un concurso público para la licitación del servicio.

El Gobierno vasco hizo público el pliego de condiciones en junio y, a finales de noviembre resolvió. Con la resolución, el panorama asistencial en Euskadi cambia de forma drástica, como ya lo hizo hace unos años en Gipuzkoa, donde este tipo de servicios lo ofertan compañías privadas. El responsable de la DYA subraya que Bizkaia es el principal territorio afectado. Su asociación se despide del transporte sanitario urgente en esta provincia y Cruz Roja queda relegada a un segundo plano.

El malestar de las dos asociaciones no se resume a una cuestión exclusivamente económica. A la impotencia de saber que han obtenido mejores resultados en algunos puntos clave del concurso, se suma que no se haya valorado lo que se puede denominar el factor social. Es decir, el tejido social de voluntariado que han construido durante muchos años las dos instituciones.

Tampoco Sanidad ha sabido valorar, según la DYA, aquellas labores que presta tanto la asociación como la Cruz Roja y que son “impagables”. Artola se refiere a los servicios que prestan, por ejemplo, con vehículos sociales para el traslado de ancianos, el acompañamiento a los mismos, los cursos y charlas impartidos en colegios en materia de seguridad o las labores de protección civil en coordinación con el Departamento de Interior. “Si una asociación de padres organiza una colecta para recaudar dinero y piden una ambulancia... ahora ¿quién va a ir?”, se pregunta Artola.



El corazón del voluntariado

La DYA, creada en 1966 por el doctor Usparitza como una asociación de ayuda en carretera, funciona con un modelo mixto, es decir, sus integrantes se dividen entre profesionales y voluntarios. Para el presidente de la DYA, José Luis Artola, el correcto funcionamiento de una institución de estas características es que las personas que colaboran de forma activa en la misma estén “organizadas, formadas y se sientan necesarias”.



Artola, voluntario de larga trayectoria, considera que la decisión del Gobierno vasco puede suponer un fuerte golpe para todos aquellos colaboradores de la DYA que emplean sus ratos libres en atender llamadas de emergencia, viajar en una ambulancia o acompañar a personas mayores.



“Es imprescindible que los voluntarios estén activos”, remarca, porque es la única forma de que sean eficientes, de que sepan actuar, por ejemplo, ante algún tipo de catástrofe o servicio especial coordinado con el Departamento de Interior, como puede ser la evacuación de personas en una inundación.



La DYA cuenta en Euskadi con 100.000 socios, una cifra nada desdeñable si se compara, por ejemplo, con esa religión pagana llamada fútbol. Las personas que sustentan económicamente la institución duplican los 48.000 socios que el Athletic se ha puesto como meta alcanzar una vez construido su nuevo estadio.



Independientemente del efecto práctico que se derive del resultado del concurso de licitación de la Red de Transporte Sanitario Urgente, Artola puntualiza que la DYA seguirá trabajando, prestando sus servicios y estando en aquellos lugares en los que se le necesite.

La asociación de ayuda en carretera echó a andar en 1966 con escasos medios humanos y nulos recursos económicos, y no fue hasta un año después cuando, gracias a las donaciones de dos empresas, Imosa y Firestone Hispania, se pudo hacer con sus dos primeras ambulancias para Bizkaia.






















Fue entonces cuando las carreteras de la provincia y sus conductores empezaron a tener noticias de sus sacrificios. A veces, hasta de su propia vida, como le ocurrió a Fernando Jiménez Tejada, que falleció atropellado en Txurdinaga el 11 de abril de 1971, después de ayudar a un autobús a seguir la ruta hacia París. Para el año 1981, quince años después de su creación, ya existían delegaciones en Gipuzkoa, Navarra, Madrid, Cáceres, Barcelona, El Ferrol, Zaragoza, Cádiz, Vigo, A Coruña, Málaga, Huesca, Girona, Granada, Salamanca y Sevilla. En 2006, la asociación, una pieza ya insustituible en las carreteras españolas, cumplió 40 años.




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