El despido de un camillero del SCS cuando combatía un cáncer, declarado nulo.
Samuel. Así se llama un joven de 27 años, camillero de ambulancia, a quien la empresa Aeromédica Canaria hace dos años puso de patitas en la calle por dos razones: una, por sufrir un cáncer (linfoma de Hodgkin); y, dos, por ser hijo de un destacado y revoltoso sindicalista. Entre quimio y quimio Samuel recibió la carta de despido. Así se las gastaban estos empresarios que, por cierto, han vivido gracias a generosos contratos con la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, que ni siquiera censuró el detestable comportamiento. Ayer conoció de su abogado Joaquín Sagaseta que su despido ha sido declarado nulo, que Aeromédica deberá pagarle el desfase entre el paro y su sueldo durante dos años y reintegrarlo a su puesto de trabajo. Mi amigo Samuel estaba ayer contento y quienes le hemos ayudado compartimos su alegría. Mañana viernes hay convocada una rueda de prensa en el colegio de Abogados de Las Palmas donde se explicará todo el proceso.
A los jefes de Samuel no les tembló el pulso cuando pensaron que una buena maniobra para hacerle el mayor daño posible al papá sindicalista era despedir al hijo enfermo. “No es usted rentable”, le dijeron. Los tribunales declararon ayer nulo el despido. Desde que conocí el caso aguardé con la seguridad de que los medios de comunicación se harían eco de un atropello laboral sin precedentes. Mi gozo en un pozo. Pocas líneas, poco espacio y apenas mención obtuvo Samuel en los medios de comunicación. Intereses mercantiles lo impidieron. Sé que el muchacho le hizo frente a su enfermedad con entereza y que contó con el apoyo de amigos, compañeros y, sobre todo, familia.
He escuchado al padre de Samuel, Antonio, haciéndose el valiente, pero con voz entrecortada, relatando los hechos en una emisora nacional. No he escuchado, en cambio, a quienes han sido cómplices políticos de esos empresarios cuya actitud sonroja y ahora la justicia ha puesto en su sitio. Esos gestos inhumanos y crueles que se ensañan con la vida y la moral de un joven en momentos críticos debieran sublevarnos a todos; pero como ven a unos más que a otros… Los cómplices, esos que han aplaudido el “escarmiento sindicalista”, estaban felices con la proeza; no saben estos desalmados que la vida da mil vueltas y que cuando menos lo esperas, los mismos gerentes que hoy amenazan y asustan también irán a la calle. Al tiempo. Pasa que el poder siempre tiene un fin, y quienes se convierten en brazo ejecutor de jefes sin escrúpulos lo acaban pagando caro. Esta vez han perdido. Que cunda.
“ME ECHARON PORQUE TENGO CÁNCER”.
(Entrevista realizada en Julio del 2008 en la que Samuel relataba su calvario):
Con apenas 25 años de edad a Samuel Alonso Viera la vida le dió un leñazo de gran calibre. Sólo sus padres, sus amigos y, sin duda, su fortaleza le han ayudado a remontar el vuelo. Ésta es, en pocas líneas, su historia reciente. El chico trabajaba en una empresa de ambulancias desde el 1 de enero de 2005. Era camillero. En julio de 2008 observó que un bulto que le había salido en el cuello no sólo no desaparecía sino que crecía. En principio pensó que se trataba de un bulto “de esos que salen cuando tienes una muela mal o una infección de garganta”.
Ambulancia en urgencias del Doctor Negrín.
Samuel se mosqueó un poco y sin decirles nada a sus padres aprovechó que la ambulancia en la que trabajaba tenía que llevar a un enfermo a Urgencias del Hospital Insular y durante la espera habló con un médico conocido. “Nada, le dije que tenía eso ahí y que estaba preocupado…” El médico aconsejó que se hiciera unas pruebas por si acaso. Ese “por si acaso” puso a Samuel en guardia. “Total, que me las hice y un mes después me dijeron que aquel bulto era un cáncer hematológico y que debía operarme rápidamente”.
Técnicamente el cáncer que combate Samuel se llama linfoma de Hodgkin. Pero no terminaban ahí las fatalidades del joven porque cuando ya estaba sometido a tratamientos de quimioterapia y sufría una depresión de caballo a la empresa para la que trabajaba no le tembló el pulso y lo puso de patitas en la calle alegando la “poca rentabilidad” del enfermo. La carta de despido es de las que pasan a la historia del sindicalismo patrio.
Cuando se escarbó en la decisión empresarial se llegó a la conclusión de que había cierta dosis de venganza porque Samuel es hijo de Antonio, destacado y revoltoso sindicalista que lleva años feliz y contento haciéndoles frente a quienes atropellan los derechos de los trabajadores. El abogado Joaquín Sagaseta está defendiendo a Samuel y aunque el juicio contra la empresa fue suspendido hace un mes, pronto se celebrará otro.
A Samuel el mundo se le vino abajo el verano de 2008. “Estaba hundido porque de buenas a primeras me veía enfermo, en un hospital, gordo de los tratamientos y sin trabajo. ¿Qué más quieres? Te confieso, y mis padres los saben, que el día que me despidieron pensé que lo mejor era quitarme de en medio… Pero no. La gente me dado mucho ánimo, la enfermedad está controlándose y voy levantando cabeza”. Samuel dice que mucha gente se ha volcado con el y tiene palabras de gratitud y cariño hacia los directivos de la Academia Anca que al conocer su situación le han regalado un curso completo de Psicología de la Asistencia sin tener que pagar un solo euro.
Aunque abogado y familia tratan de que la empresa pague su atropello, Samuel no pierde el tiempo y prepara oposiciones porque la formación abre mucha puertas. “A veces recuerdo que cuando trabajaba en la ambulancias y veía a la gente chunguísima, decía, qué pena… ¿Quién me iba a decir que acabaría ocupando una de ellas?”
“No es usted rentable”
Samuel. Así se llama un joven de 27 años, camillero de ambulancia, a quien la empresa Aeromédica Canaria hace dos años puso de patitas en la calle por dos razones: una, por sufrir un cáncer (linfoma de Hodgkin); y, dos, por ser hijo de un destacado y revoltoso sindicalista. Entre quimio y quimio Samuel recibió la carta de despido. Así se las gastaban estos empresarios que, por cierto, han vivido gracias a generosos contratos con la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias, que ni siquiera censuró el detestable comportamiento. Ayer conoció de su abogado Joaquín Sagaseta que su despido ha sido declarado nulo, que Aeromédica deberá pagarle el desfase entre el paro y su sueldo durante dos años y reintegrarlo a su puesto de trabajo. Mi amigo Samuel estaba ayer contento y quienes le hemos ayudado compartimos su alegría. Mañana viernes hay convocada una rueda de prensa en el colegio de Abogados de Las Palmas donde se explicará todo el proceso.
A los jefes de Samuel no les tembló el pulso cuando pensaron que una buena maniobra para hacerle el mayor daño posible al papá sindicalista era despedir al hijo enfermo. “No es usted rentable”, le dijeron. Los tribunales declararon ayer nulo el despido. Desde que conocí el caso aguardé con la seguridad de que los medios de comunicación se harían eco de un atropello laboral sin precedentes. Mi gozo en un pozo. Pocas líneas, poco espacio y apenas mención obtuvo Samuel en los medios de comunicación. Intereses mercantiles lo impidieron. Sé que el muchacho le hizo frente a su enfermedad con entereza y que contó con el apoyo de amigos, compañeros y, sobre todo, familia.
He escuchado al padre de Samuel, Antonio, haciéndose el valiente, pero con voz entrecortada, relatando los hechos en una emisora nacional. No he escuchado, en cambio, a quienes han sido cómplices políticos de esos empresarios cuya actitud sonroja y ahora la justicia ha puesto en su sitio. Esos gestos inhumanos y crueles que se ensañan con la vida y la moral de un joven en momentos críticos debieran sublevarnos a todos; pero como ven a unos más que a otros… Los cómplices, esos que han aplaudido el “escarmiento sindicalista”, estaban felices con la proeza; no saben estos desalmados que la vida da mil vueltas y que cuando menos lo esperas, los mismos gerentes que hoy amenazan y asustan también irán a la calle. Al tiempo. Pasa que el poder siempre tiene un fin, y quienes se convierten en brazo ejecutor de jefes sin escrúpulos lo acaban pagando caro. Esta vez han perdido. Que cunda.
“ME ECHARON PORQUE TENGO CÁNCER”.
(Entrevista realizada en Julio del 2008 en la que Samuel relataba su calvario):
Con apenas 25 años de edad a Samuel Alonso Viera la vida le dió un leñazo de gran calibre. Sólo sus padres, sus amigos y, sin duda, su fortaleza le han ayudado a remontar el vuelo. Ésta es, en pocas líneas, su historia reciente. El chico trabajaba en una empresa de ambulancias desde el 1 de enero de 2005. Era camillero. En julio de 2008 observó que un bulto que le había salido en el cuello no sólo no desaparecía sino que crecía. En principio pensó que se trataba de un bulto “de esos que salen cuando tienes una muela mal o una infección de garganta”.
Ambulancia en urgencias del Doctor Negrín.
Samuel se mosqueó un poco y sin decirles nada a sus padres aprovechó que la ambulancia en la que trabajaba tenía que llevar a un enfermo a Urgencias del Hospital Insular y durante la espera habló con un médico conocido. “Nada, le dije que tenía eso ahí y que estaba preocupado…” El médico aconsejó que se hiciera unas pruebas por si acaso. Ese “por si acaso” puso a Samuel en guardia. “Total, que me las hice y un mes después me dijeron que aquel bulto era un cáncer hematológico y que debía operarme rápidamente”.
Técnicamente el cáncer que combate Samuel se llama linfoma de Hodgkin. Pero no terminaban ahí las fatalidades del joven porque cuando ya estaba sometido a tratamientos de quimioterapia y sufría una depresión de caballo a la empresa para la que trabajaba no le tembló el pulso y lo puso de patitas en la calle alegando la “poca rentabilidad” del enfermo. La carta de despido es de las que pasan a la historia del sindicalismo patrio.
Cuando se escarbó en la decisión empresarial se llegó a la conclusión de que había cierta dosis de venganza porque Samuel es hijo de Antonio, destacado y revoltoso sindicalista que lleva años feliz y contento haciéndoles frente a quienes atropellan los derechos de los trabajadores. El abogado Joaquín Sagaseta está defendiendo a Samuel y aunque el juicio contra la empresa fue suspendido hace un mes, pronto se celebrará otro.
A Samuel el mundo se le vino abajo el verano de 2008. “Estaba hundido porque de buenas a primeras me veía enfermo, en un hospital, gordo de los tratamientos y sin trabajo. ¿Qué más quieres? Te confieso, y mis padres los saben, que el día que me despidieron pensé que lo mejor era quitarme de en medio… Pero no. La gente me dado mucho ánimo, la enfermedad está controlándose y voy levantando cabeza”. Samuel dice que mucha gente se ha volcado con el y tiene palabras de gratitud y cariño hacia los directivos de la Academia Anca que al conocer su situación le han regalado un curso completo de Psicología de la Asistencia sin tener que pagar un solo euro.
Aunque abogado y familia tratan de que la empresa pague su atropello, Samuel no pierde el tiempo y prepara oposiciones porque la formación abre mucha puertas. “A veces recuerdo que cuando trabajaba en la ambulancias y veía a la gente chunguísima, decía, qué pena… ¿Quién me iba a decir que acabaría ocupando una de ellas?”